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30 de agosto de 1904, terceros Juegos Olímpicos de nuestra era. En las bulliciosas calles de San Luis (Misuri, Estados Unidos), se celebra la maratón más desastrosa de la historia del deporte. Con una terrible marca de 3 horas, 28 minutos y 53 segundos, tan solo 14 de los 32 corredores consiguen acabar la maratón más lenta, tramposa y llena de hitos de todos los tiempos: entre otros, temperaturas de más de 30 grados, un recorrido mal señalizado, el primer caso registrado de dopaje organizado; los primeros atletas africanos en participar en unos Juegos Olímpicos (se habían salido de la cercana Exposición Universal); un cartero cubano vestido de calle (al que un lanzador de disco, amablemente, le corta las perneras del pantalón para que pueda correr con mayor comodidad); un atleta que realiza parte del recorrido en coche; y otros participantes con circunstancias personales alucinantes. Estamos ante una historia que suena hoy del todo improbable pero que está enteramente basada en hechos reales, y cuyo legado sigue vivo en los anales olvidados del deporte. Una historia tan real como poco conocida que hará las d